En 1826, en Gambettola, en el corazón de la Romaña, la familia Pascucci abrió un taller e inició su negocio de estampación en tela. La tienda se llenó de cáñamo, lino y olor a vinagre.

Desde entonces en su taller se revive cotidianamente el sugestivo y único proceso de la estampación xilográfica; las matrices de madera de peral tallada a mano, impregnadas con la pasta colorante, se colocan sobre los tejidos y se golpean con una maza para decorarlos con las figuras geométricas, florales o animales que forman parte del rico patrimonio iconográfico popular.

 El óxido de hierro, extraído de piezas en desuso, sigue siendo el color de la estampación, emblema de una tradición de gran arraigo en el territorio. La familia Pascucci es el testigo más antiguo de este arte: desde hace siete generaciones conserva y renueva esta actividad con respeto por la tradición y afán de innovación. Pero hoy, abiertos a los gustos y las necesidades de la vida moderna, la gama de colores se ha ampliado permitiendo mayores posibilidades expresivas.

Desde el año 2000, numerosos artistas han empezado a donar sus creaciones al taller para convertirlas en estampas, acortando aún más la distancia entre este oficio y el arte.